Hacer la voluntad del Padre, en el contexto gnóstico, implica una alineación profunda entre la esencia espiritual del ser humano y la fuente divina que lo origina. El término "Padre" no se refiere únicamente a un Dios personal o antropomórfico, sino a la realidad primordial, el principio eterno del que emanan todas las cosas. En la cosmovisión gnóstica, la materia y la existencia mundana son percibidas como velos o distorsiones que separan al alma de su verdadera naturaleza divina. Por tanto, hacer la voluntad del Padre no es obedecer ciegamente mandamientos externos, sino despertar a la comprensión interna de la verdad y vivir en consonancia con ella.
El gnosticismo enseña que la chispa divina está atrapada en el interior del ser humano, olvidada bajo las capas de la ignorancia y la ilusión del mundo material. Esta ignorancia, llamada agnosis, es el principal obstáculo para cumplir la voluntad del Padre. Por ello, el despertar espiritual se convierte en un proceso de reconocimiento: no se trata tanto de descubrir algo ajeno como de recordar lo que siempre ha estado presente. El Padre, entendido como la fuente del pleroma, el estado de plenitud divina, llama al individuo a regresar a su origen. Hacer su voluntad, por tanto, es iniciar este viaje de retorno, trascendiendo los engaños del ego y del mundo material.
Desde esta perspectiva, el cumplimiento de la voluntad divina es simultáneamente un acto de liberación personal. El individuo, al abrirse a la gnosis, deja de vivir en función de los deseos efímeros o las expectativas del mundo. La verdadera libertad no se encuentra en satisfacer las ambiciones terrenales, sino en alinearse con la esencia eterna que trasciende el tiempo y la muerte. El Padre no impone su voluntad, sino que espera pacientemente a que el ser humano despierte por medio de la comprensión interna y el sacrificio de su egoísmo. En palabras del gnosticismo cristiano, el Hijo, como modelo del alma iluminada, no busca hacer su propia voluntad sino la del Padre, indicando que la realización espiritual es un acto de sintonía más que de imposición.
La voluntad del Padre también implica reconocer la unidad subyacente a toda existencia. El ser humano, al identificarse con su esencia espiritual, descubre que la separación es ilusoria y que todo forma parte de un mismo principio divino. En este sentido, vivir conforme a la voluntad del Padre no implica rechazar el mundo, sino trascender su apariencia fragmentada. El individuo que actúa desde esta conciencia no se deja llevar por las pasiones del miedo, el odio o la codicia, sino que vive en armonía con una verdad superior que lo abarca todo. La gnosis, como conocimiento liberador, permite ver la realidad tal como es, revelando que el Padre habita en cada ser y en cada momento, esperando ser reconocido.
Hacer la voluntad del Padre, en última instancia, es un proceso de transformación interna. Es morir a la ilusión del yo separado y renacer en la conciencia de la unidad divina. En este sentido, la voluntad del Padre es siempre un llamado al amor y a la verdad, no como conceptos abstractos, sino como fuerzas vivas que orientan cada acto del ser humano hacia la plenitud. Vivir en coherencia con esta voluntad no significa huir del mundo, sino actuar en él desde una perspectiva de servicio y compasión, entendiendo que toda acción verdadera refleja la luz del Padre. Así, el gnóstico encuentra su propósito, no en la acumulación de méritos o logros externos, sino en el silencioso reconocimiento de la verdad interior que lo conecta con su origen eterno.
Excelente post, es una manera de decir también que es un esotérico
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